Qué mundo

A veces me gustaría pensar que éste sigue siendo mi mundo, pero cada día creo con más asiduidad que realmente yo soy algo extraterrestre. Imagino que es cosa de la edad, que cuando los cambios son tan vertiginosos que lo que tienes alrededor no se parece lo más mínimo a todo aquello que te rodeaba cuando empezabas a crecer, a vivir, a configurarte como persona,… pues eso, te sientes como un marciano.

Es todo tan loco, tan raro, tan fuera del sentido común… Miro atrás y pienso en el mes de febrero, ese en el que alcancé los 46 y todo apuntaba a ser maravilloso. Salíamos de la pandemia, volvíamos a ser optimistas, a ver luz al final de este largo túnel que nos rodea… pero no, llegó una guerra y todo se torció. Sólo dos meses después ni siquiera este conflicto es ya lo que nos ocupa el día a día, si no que es como un jarrón que decora la estantería, esa en la que ponemos y quitamos cosas a una velocidad tan vertiginosa que ninguna acaba de formar parte del cuadro.

Vivimos en un eterno boceto, no hay manera de que se fijen trazos firmes, todo son líneas difuminadas que se esfuman a las pocas horas para ser sustituidas por otras nuevas que serán igual de efímeras. Y así es imposible mirar con claridad, pausar las opiniones, fijar las convicciones.

Ojalá nos demos cuenta de la necesidad de echar el freno y ojalá sea más pronto que tarde.

Ni tanto, ni tan poco

En estos tiempos que corren hay una nueva tradición política muy de moda: hacer balances. Y digo, balances en plural, porque cada uno utiliza su medida de tiempo para fijar la fecha en la que hay que sacar la lista y contarle a los ciudadanos lo que tienen que tener en cuenta del último periodo de tiempo que uno ha decidido inventarse. Ya no se espera al mes de diciembre para hacer balance del año, ni siquiera se espera al día 30 para hacer balance del mes y si uno quiere balance semanal, pues un viernes no viene mal, cuando todos sabemos que la semana tiene siete días y acaba en domingo.

Ya no hay medida de tiempo estandarizada, cada uno cierra el periodo cuando quiere y ¡balance al canto! Si encima te toca un día en el que sabes que va a salir un dato interesante que te va a traer un pequeño respiro, mejor, porque ya tienes un punto positivo que sumar a tu inventario de logros, porque para eso sales, para hablar de logros, que ya se encargarán otros de salir a enumerar tus fracasos. Y esto es lo que hemos vivido hoy, una jornada de balances.

Para uno, los últimos seis meses han sido fetén. Ha activado todos sus compromisos y ya ha cumplido el 33% de ellos. Además se ha colgado una medalla de oro, que oye, para eso estamos en semanas de Juegos Olímpicos. Oro en vacunación, ha dicho, y razón no le falta, que ésto no va nada mal en nuestro país. También es muy importante para él ser quien más reuniones, como la que se celebrará mañana en Salamanca, ha convocado.

Para el otro las medallas han sido más, podium completo. Hemos logrado, oro, plata y bronce, pero en destrucción de la economía, mortalidad por COVID y desempleo.

Como ya sabemos, después de los balances vienen los análisis de los mismos y así andamos, con el pim-pam-pum entre los de uno y los de otro. Y mientras, el mundo sigue girando, ajeno a estos listados de logros y fracasos. Porque a la gran mayoría todo esto no les importa, bastante tienen con cerrar su jornada y seguir adelante.

Con trazo firme

Eran muchos años de creación, muchas paletas de colores las que utilizó para su obra final y, realmente, estaba satisfecha. Algo extraño porque no acostumbraba a afirmar con tal rotundidad su satisfacción, al contrario, siempre había sido una inconformista. Nunca nada de lo que había hecho o dicho le parecía que estaba del todo bien, más lo contrario, siempre tenía la sensación de haber metido la pata, de no haber estado a la altura.

Pero ahora miraba el cuadro y sí, le gustaba. Tenía los trazos precisos, los que marcaban el carácter adecuado, la empatía suficiente, el brillo del talento, la serenidad de los años. Decidió colgarlo a los pies de su cama. Era lo primero que se encontraba al arrancar cada jornada y lo último a lo que miraba cuando finalizaba el día. Verlo le producía una pequeña sonrisa y nadie mejor que ella conocía la fuerza que el buen humor otorgaba a la entrega cotidiana.

Eran muchos años sin conseguirlo, arrastrándose por la vida con un humor de perros, buscando un minuto de tranquilidad en un ajetreo continuo de decisiones propias y ajenas. Tocaba darse una tregua, mirar su obra y disfrutar. Y aquel cuadro lo conseguía porque era el vivo reflejo de una joven dispuesta a todo, a comerse un mundo con bocados infinitos por saborear, una mujer con paso firme y muchos sueños por cumplir.

El viejo retrato desdibujado ya estaba en el desván. Tocaba lucir su verdadera obra maestra. Y el día de llevarlo a exposición pública estaba muy cerca.

Todos los días son 8M

Esta mañana algunas mujeres periodistas asturianas hemos compartido nuestro tiempo para hablar de un año de pandemia, de lo que ha supuesto para la profesión, de cómo todo ha cambiado, de lo que hemos aprendido, de lo que nos ha agotado,… y, sobre todo, de esperanza, de optimismo y de futuro. Porque eso hacemos las mujeres, hablar de futuro, porque sabemos que ese futuro es nuestro y si no, no lo hay.

Hace un par de días Nuria Varela escribió este tweet “El 8 de marzo de 2018 el patriarcado infartó y estamos sufriendo las consecuencias”. No se puede resumir mejor. Eso es esencialmente lo que está pasando. No nos esperaban hace tres años, llenamos las calles hasta la bandera y aún hoy lo están digiriendo porque siguen sin creérselo. Pero no hay marcha atrás y nosotras lo sabemos y lo demostraremos. Aquel 8M de 2018 muchas de nosotras tampoco nos lo creíamos pero lo celebramos por todo lo alto, con una satisfacción interna que aún dura y durará. ¿Por qué durará? Porque no fue nuestro logro si no el de las generaciones futuras, el de las niñas de 12 años que como mi hija gritaban en las calles consignas que cuando yo tenía su edad eran impensables. Ellas saben lo que quieren y lucharán con todas sus fuerzas para que nadie se lo quite y para conquistar muchos rincones que aún les están vetados. Y yo, con mi 45 años, estaré a su lado arrimando el hombro todo lo que pueda.

Ayer ‘Las Niñas’ se hizo con el Goya a la mejor película 2021 y Toni Rodero lanzó otro certero mensaje en redes sociales “El brote de Las Niñas. Nodigomás”, ni menos. Porque ese si es un brote que nadie va a parar y que no tiene olas, es una marejada continua que viene a cambiar el mundo. Y no tiene nada que ver con el falso rumor que estos días, un año después, muchos se empeñan en afianzar: el 8M de 2020 fue detonante de la primera ola del COVID19. Eso es simple y llanamente MENTIRA y no voy a enumerar la cantidad de eventos de ese fin de semana en nuestro país (perdería demasiado tiempo y muchos y muchas dirían, la disculpa de siempre). No se trata de disculpar nada, se trata de decir la VERDAD. En el primer fin de semana de marzo del año pasado éramos millones los que no nos imaginábamos, ni por asomo, que todo se iba a poner patas arriba por un pequeño e invisible virus.

Pero se puso y aquí estamos, un año después, recibiendo lecciones de los que nos dicen que no salgamos a la calle porque no es prudente, porque no estamos para manifestaciones. Sin embargo, a esta hora, en los aledaños del estadio Wanda-Metropolitano de Madrid, centenares de aficionados al fútbol corean en los exteriores del campo gritos de ánimo a su equipo que se juega la Liga, nada más y nada menos, que ante el Real Madrid. Muchos dirán, ¿qué esperas si es un derbi? Pues os voy a contestar, no espero nada, porque el mundo del fútbol es uno de esos ecosistemas donde el patriarcado campa a sus anchas,… pero todo cambiará.

Lo que sí espero es respeto a nuestra reivindicación, aunque sólo sea porque las protagonistas somos las que cuidamos, por definición y por ejecución. Y como sabemos lo que es cuidar, no vamos a salir como hordas de bárbaros, apiñándonos todas a una, incumpliendo normas de distancia, de protección… No lo han hecho en ninguna de las concentraciones que hoy, por ejemplo, se han celebrado en Asturias, ni lo harán las que mañana participen en las que hay convocadas a los mismos efectos.

Sabemos lo que nos jugamos, sabemos lo que pedimos, sabemos lo que queremos lograr y lo lograremos. No sólo cada mes de marzo, cada día, haciéndonos respetar y gritando alto y claro que vivimos en un mundo desigual en el que muchas no cobran lo mismo que su compañero de puesto, en el que muchas han tenido que dejar su trabajo por atender a sus abuelos, a sus padres, a sus hijos, … en el que muchas aguantan miradas inquisitorias que ponen en duda su lugar, en el que todas sabemos lo que es la carga mental que significa ser mujer según la definición que nos enseñaron desde niñas.

Hay camino que recorrer y lo recorreremos, juntas y a una, para que lo que algunas afortunadas hemos conseguido en nuestros hogares se extienda en cada rincón del planeta. Porque lo dije al principio, las mujeres hablamos de futuro, porque sabemos que ese futuro es nuestro y si no, no lo hay.

Al calor del carbón

Y con la nieve cayendo fuera, sin cubrir, pero sembrando su silencio amortiguador en la mañana del primer viernes festivo del 2021. Creo que era difícil empezar mejor. Un café bien cargado y a esperar mientras el resto de la casa resucita. Abrir el cuarterón de la puerta y sentir el frío, romper el silencio con el concierto de Viena y asombrarse con el patio de butacas vacío, como si fuese algo extraño que los asientos de los teatros estuviesen sin espectadores… Quizás esperaba que el año nuevo de verdad fuese distinto. No es así.

Un vistazo a la prensa, que hoy no sale en papel pero sí en digital, y un nuevo golpe de realidad en el artículo “Por qué en 2021 las cosas no volverán a ser como eran pese a la vacuna”. Nunca estuve más de acuerdo que con la reflexión del último párrafo: “ ¿Cómo vivir en un panorama tan cambiante e inestable? Pues viviendo al día, disfrutando del corto plazo, teniendo presentes a los que se fueron, buscando nuevas respuestas sin negar la realidad. “Es hora de valorar el presente y la posibilidad de vivir con intensidad”, concluye Fouce, “y de hacerlo con otros y con otras, con los que queremos y nos apoyan, reconstruyendo espacios comunes”.”

Así que el uno de enero lo paso con los que quiero y me apoyan, siempre, incondicionalmente. Con la familia, que nunca falla. Hasta reconstruyo pequeños espacios, como los que permiten caminar bajo el frío para volver a casa, disfrutando de la primera caminata del nuevo año, sin apenas palabras, en un descenso tranquilo a la rutina, que es la misma que la del día anterior. Recogimiento, calor de hogar, espera,…

De repente ese otro espacio común, la actualidad, y la tragedia que no tardó en aparecer en el panorama asturiano. Ese dispositivo de gente desesperada buscando a los suyos bajo toneladas de nieve. Y la solidaridad, y la rabia, y la coordinación de equipos… Y los míos para contarlo. En ello estuvieron ayer y en ello siguen hoy, como mejor pueden y saben.

Reconstruir espacios, con los que queremos y nos apoyan. Y en esa reconstrucción, en la mía, está la de este rincón de reflexiones abandonado hace más tiempo del que yo desearía. Porque todos son necesarios para sentirnos completos, porque todo lo que uno comienza tiene que seguir y yo, quiero seguir aquí, con vosotros.

Vamos a por el día dos.

Explorar…

Nada es como antes, nada. Porque en todo lo que hacemos siempre está ahí. Es ese miedo a que nos toque, a que se complique todo, a que compliquemos a todos… Pero todo es, tiene que ser, porque tenemos que vivir. Vivir de una manera diferente, con distancia, sin contacto y enmascarados.

Quién sabe, igual esta nueva manera de vivir nos despierte nuevos instintos, nos permita esa selección que por el quedar bien nunca asumimos y nos rodeemos sólo de los que importan, de los que aportan. Tal vez el no mostrar nuestra boca devuelva vida a las miradas y se vuelvan más intensas, más atentas, más profundas. Y lleguemos al fondo, olvidemos lo superficial y demos importancia a lo que de verdad importa.

La vida es y tiene que ser porque es un tesoro demasiado preciado para malgastarlo, para perderlo, para ponerlo en peligro. Pero el peligro no puede paralizar y tenemos que reír, que correr, que bailar… De una manera diferente que reinventemos entre todos, con todos, sin que nadie se quede fuera, o dentro, en una habitación sin vistas.

Hay mil maneras de vivir, mil maneras de sentir… explorémoslas.

Es mucho más… que música

Mientras yo miraba la pantalla y veía el video de «Eso que tú me das» mi hija me miró y me dijo: «Si algún día se muere Pablo Alborán yo creo que lloraría, bueno, no lo creo, lloraría mucho». Yo le contesté: «Yo hoy lloré».

Ayer estaba triste y hoy  sigo triste, muy triste, porque se ha muerto Pau Donés. Su música es parte indispensable de mi vida y de mí. Cuando saltó el mensaje de guasap de Bea en el grupo de Ñus con su DEP y vi el nombre que venía a continuación sentí una punzada de dolor. Estaba claro que esa noticia tenía que llegar en ese grupo de guasap porque como luego puso Nuri, «su disco «Depende» siempre lo asocio al colegio y la habitación de BAP».

Jarabe de Palo arrasó a finales de los 90, esos maravillosos años en los que las Ñus nos comíamos la vida, la disfrutábamos bocado a bocado, descubriéndola juntas. Yo nací en la cara buena del mundo, porque era la cara del mundo en la que me encontré con ellas a finales del siglo XX. Y de aquella yo escuchaba La flaca, Vuela, Toca mi canción, Quiero ser poeta, Depende, Perro Apaleao, Realidad o Sueño, Mi mundo en tu mano, Adiós, … en bucle, primero en la sala de música y cuando la habitación fue más grande, en mi habitación. De aquella también cantaba Grita, pero no la necesitaba como años después.

Grita es mi terapia, mi psicólogo particular. Cada vez que tengo un mal día, una mala racha, un bajón de esos que me invitan a tirar la toalla,  no tengo más que poner la canción, subir el volumen todo lo que puedo y gritar, mucho, muy alto, infinitamente a más decibelios de los que utilizo cuando me enfado. Y funciona. Lloro mientras canto y desahogo, porque Jarabe de Palo me tiende la mano, yo agarro todo el brazo y grito. Y luego sonrío.

Así que Pau, gracias por lo que nos has dado y nos seguirás dando pese a no haberte pedido nada. Todo lo que nos has dado es lo que seguiremos necesitando siempre, tu música. Yo sí te estaré siempre agradecida, por tu compañía y por haberme unido a una de las mejores cosas que me ha dado la vida, los 90 y mis Ñus.

 

La primavera (nunca antes vista)

Empezaba una primavera que nadie sabía que iba a ser el principio de una etapa que nunca habríamos imaginado.

Era un momento en el que el mundo entero se paralizaba. Antes de que todo empezara, la gente creía que esta  estación tan bonita iba a ser una de las mejores. Nosotros los niños pensábamos en los días de sol para salir y jugar con nuestros amigos, también en los de lluvia para tomarnos un chocolate con churros con nuestros abuelos y padres.

Nadie pensaba que un virus que estaba en el continente asiático vendría hasta aquí. Nos deja más de dos meses sin salir de casa, calles completamente vacías igualitas que los desiertos, tenemos que estar a dos metros de nuestros seres más queridos sin poder abrazarlos para no caer enfermos, sin ir a clase por riesgo de contagio y usando mascarillas que nunca antes habíamos visto, pero todo esto para cuidar de los nuestros.

Y esperemos que esto se quede en historia que nunca más vuelva.

Por Andrés Lara Alonso

Normalidad

Cada uno tiene la suya. Para mí es normal no dormir bien últimamente; no poder centrar la cabeza en una cuestión más de media hora; coger el coche, con el certificado en el asiento del copiloto como única compañía, para mi camino de ida y vuelta diaria a Gijón; ir cada sábado a comprar a El Economato y cargar el carro para una semana de cocineo más abundante del habitual; preparar vermuts para cuatro y salir a tomarlo a la terraza-trastero, que ha cobrado importancia en los fines de semana de estas siete que llevamos de confinamiento, …

Cada uno tiene la suya y ni es nueva ni es vieja, es lo que toca, lo cotidiano, lo que nos hace sentirnos vivos. Si lo normal ahora es hacer la compra con una mascarilla, pues oye, una se la pone, no se siente cómoda, pero se la pone, porque así podrá bajar a las ocho de la tarde a darse un paseo con su hija, que falta le hace a la peque airearse. Incluso igual así podrá celebrar el cumpleaños del otro peque dentro de 20 días en una terraza, manteniendo las distancias, pero viendo las caras de los que más necesitamos ver, nuestra familia, nuestros amigos, nuestra gente…

Tardaremos en abrazarnos, en tocarnos,… y también en empujarnos en conciertos, en gritarnos de fondo a fondo  en los estadios animando a nuestros equipos, en pelearnos por un hueco en la arena de una playa abarrotada, … Tardaremos pero llegaremos a ello y ojalá no nos peleemos por esa porción de arena, no nos empujemos por la mejor posición para ver a nuestros cantantes favoritos, no nos insultemos de grada a grada,… ojalá nos miremos y sólo con eso, con la mirada, nos digamos que lo hemos conseguido, que hemos recuperado lo que un simple virus nos arrebató de manera imprevista y sorprendente, nos sonriamos y nos abracemos y toquemos.

Ojalá construyamos cada día la normalidad necesaria para seguir avanzando.

Un abrazo

“No sabes cómo me gusta que me abraces”, y empezó a llorar. “Sólo quiero que vuelva”, y seguía llorando. “¿Quién?”, preguntó, “Todo, quiero que vuelva todo lo que se fue”, respondió. Y el corazón de ella se llenaba de tristeza, de impotencia, de dolor, por no poder conseguir su deseo, por no ser capaz de restablecer todo lo que se había ido, y por no saber, ni siquiera, darle una referencia aproximada de cuándo todo lo que echaba de menos volvería.

Sólo podía abrazarle, fuerte, muy fuerte, y todo el tiempo que quisiera. Él decía que le gustaba, que lo tranquilizaba, y a ella le sobraba tiempo. Porque aunque volaba, aunque el reloj nunca se detenía, tiempo era todo lo que podía ofrecerle y se lo daría. Bastante le había robado ya, entretenida en cosas mundanas y materiales que al final no le rentaban a nadie.

El tiempo se había parado para él hacía semanas. Para ella no, que seguía metida en el vértigo cotidiano como si todo siguiese siendo normal, cuando ya nada lo era. Su mundo se había esfumado, como por arte de magia, de la noche a la mañana, y no era capaz de interpretarlo. Lo quería ante él, de nuevo, con sus buenos y malos momentos, con sus diversiones y sus obligaciones, completo, tal y como lo había dejado. Pero su mundo ya no existía, él lo sabía y ella también, aunque día a día se empeñase en actúar como si todo siguiera igual. Los dos eran conscientes de que ya nada sería como antes, pero también los dos estaban seguros de que un fuerte abrazo podía reconstruirlo todo, incluso construir un mundo mucho mejor.