Digamos lo que somos

Hoy, cuando veo cómo mucha gente homosexual empieza a tener de nuevo miedo, recuerdo el momento en el que una amiga me confesó que era lesbiana. Lo hizo después de una noche de fiesta en mi pueblo. La había invitado porque, como buena entreguina, sé que a todo aquél que aprecies tienes que traerlo a disfrutar de Les Cebolles Rellenes. Las calles se llenan de orgullo de pertenencia a un pueblo donde ni gays ni lesbianas lo han tenido fácil para salir del armario.

Hacía ya años que nos conocíamos, que vivíamos juntas en el Colegio Mayor y fue esa noche, en mi habitación de la infancia, donde ella consideró que debía contarme que le gustaban las mujeres. Me quedé perpleja, la verdad, y no por su condición sexual, si no porque hubiese esperado tanto a contármelo. Lo hizo porque “no sabía cómo ibas a reaccionar”.

Esa frase fue como un auténtico puñetazo a mi conciencia. ¿Cuál sería el motivo por el que ella, con la que tanto había compartido, no supiese que mi reacción sería de absoluto respeto? Puedo imaginarme que no sólo uno, si no muchos. Cuántos chistes, comentarios o conversaciones en las que mis opiniones vertieron tintes homófobos, sin quererlo, habríamos compartido. Y yo, no me di cuenta.

Ahora, con la perspectiva de lo vivido, miro atrás y pienso en la Bárbara de los noventa, la que salió de la cuenca minera para estudiar periodismo en Madrid. Aquella Bárbara no conocía a ninguna persona homosexual, o al menos, a ninguna que lo reconociese públicamente. Como tampoco conocía a ninguna persona que no se hubiese bautizado. Porque sí, ese es el mundo en el que me crie. Un ambiente de ir a misa, de familia tradicional y también de lucha obrera y solidaridad, de mucho sentido de comunidad. Pero la comunidad, entonces, era monocolor.

Lo que yo he cambiado desde aquellos años, lo que este país ha cambiado, no ha hecho más que ensanchar mis horizontes y los de España. Conocer gente diversa hace que una sea mejor persona, que entienda más el mundo y que conozca tantas realidades como se nombren. Porque lo que no se nombra no existe y por eso es necesario que todos digamos lo que somos, en libertad, sin cortapisas ni miedos.

Muchos ya tenemos nuestros derechos logrados desde antes de nacer, por el mero hecho de ser heterosexuales. Otros, los han ido consiguiendo en los últimos años, gracias a su lucha y la de quienes decidimos apoyarles en ese camino. Conseguir derechos cuesta, destruirlos es sencillo. Basta con ocultarlos de nuevo y dejarán de existir.

En bucle

Cuando una estaba empezando a recuperarse de la resaca de una noche electoral vuelve la borrachera de campaña. Esto es un no parar. Vivimos en un bucle continuo que no nos permite reposar ni los resultados de las últimas elecciones, que son para ello, para reposar. Y no sólo nosotros, simples votantes, si no los que han recibido muchos apoyos, menos o ninguno. Porque digo yo que alguna lectura inteligente tendrá todo esto, aunque cueste mucho encontrarla. Y si además de inteligente tiene algo de autocrítica ya sería la leche.
No podrá ser, porque todos se pondrán ahora a elaborar nuevas listas electorales, nuevos programas llenos de promesas y estrategias para demostrar que son los que se merecen nuestra papeleta. Y en esta espiral que nos hace vivir como en el día de la marmota nos pasa la vida, con sus alegrías y tristezas. Ni el tiempo acompaña porque no sabemos si tenemos sol o nubes, calor o frío, días de playa o tormentas. Todo está raro, todo es raro.
Lo único que yo sé es que no podemos hundirnos en la tiniebla. Tenemos que mirar cada rescoldo de luz como un horizonte a perseguir. Cada brillo de color como una oportunidad de futuro. Y haber hay, muchos rallos de luz y muchos colores. No todo es azul, ni rojo, ni siquiera verde. Son tantos los tonos que tiñen a la sociedad que resumirla en mapas monocolor es reducir al absurdo la realidad.
Seamos más que un voto, seamos ciudadanos dispuestos a agarrar nuestro futuro por los cuernos y a decirle, aquí estamos, nadie nos va a quitar lo ganado. Luchemos por seguir abriendo horizontes en casa, en el edificio, en la calle, en el pueblo, en la cuenca, en Asturias, en España y en el mundo.

El cariño

Hace años, en este blog, mi punto de arranque para escribir era la definición de alguna palabra que buscaba en la RAE. Retomo hoy esa fórmula para escribir una declaración de cariño que, como siempre, creo que expreso mejor con palabras que con gestos. Gestos que anoche se pudieron quedar cortos y no quiero.

Dice la primera acepción que es la “inclinación de amor o buen afecto que se siente hacia alguien o algo”. Pues eso es lo que yo siento por las ocho personas con las que ayer compartí mesa para cenar, así, de sorpresa, sin esperarlo. Como las ocho saben que yo ante todo, soy sincera, no por todos siento lo mismo, porque todos lo sabemos, el roce hace el cariño. Los años compartidos nos han permitido “rozarnos”en mayor o menor medida y, nunca mejor dicho, porque hubo roces que a veces fueron choques, pero siempre, siempre, de ese choque y ese roce salió un hilo más fuerte que cimentó las diferentes relaciones que tenemos.

La segunda acepción habla de la “manifestación” de cariño y eso es lo que ayer, desplazándose al valle de Cenera todos manifestaron, con creces. Hacerlo en una noche heladora, como todas las que sufrimos desde hace semanas en este norte peninsular, muestra cómo no importaba el frío porque el calor de ese sentimiento mutuo pudo con él.

La tercera definición habla de “añoranza y nostalgia”, y yo, a todos y a cada uno, los añoro en estos días de asueto que me he tomado para resetear mi cabeza y mirar las cosas con perspectiva. Ellos ayer me demostraron que también sienten nostalgia por mi presencia y, por eso, GRACIAS, con mayúsculas. Sentirse añorada es un gran regalo en estos momentos en los que una no sabe si lo vivido ha merecido la pena. Ayer ganó puntos el sí.

Vamos ya por la cuarta: “esmero o afición con que se hace una labor o se trata una cosa”. Y eso lo compartimos los ocho por un proyecto que lleva años rodando y que va como un tiro gracias al cariño de los que nos sentamos en la mesa redonda de la cena y de todos los que habitan y orbitan dentro y fuera del edificio redondo del convento de Gijón.

Y para no alargarme llego a la quinta acepción: “regalo, obsequio”. Gracias por haber estado conmigo, por regalarme esos minutos en torno a una mesa de charla distendida, de intercambio de pareceres sobre peluquerías, cocinas, maternidades estrenadas, proyectos, familia, … en definitiva, por compartir la vida que nos ha hecho cruzar nuestros caminos y andar juntos.

Gracias por vuestras toneladas de cariño depositadas en este pequeño rato del que no hicimos ni una sola foto pero de la que yo me traigo un vídeo que me emociona y con el que llevo ya aburriendo a mi familia varios minutos. Se os quiere, infinito.

PD No son 4.000 palabras Herrera, pero por algo se empieza.

Todo por vivir

Intento mirar atrás y resumir este 2022 y os aseguro que me cuesta. No soy capaz de encuadrar cada momento en su mes. Ni siquiera sé si algunos de los recuerdos que me vienen a la cabeza pertenecen a este año o a otros. Así es mi cabeza, así lleva funcionando demasiado tiempo, a un ritmo tan vertiginoso que la vida pasa sin que casi me entere. Hay una fecha clave, el 5 de agosto, ese día di un paso meditado, muchas veces imaginado, y sentí una liberación que ahora veo lejana, pero que sé que volverá a mis espaldas.

Es como quitarse una mochila que hace tiempo pesaba demasiado y que yo sabía que debía colgar. Ahora cogeré botas nuevas y nuevas fuerzas y empezaré a escalar cumbres inexploradas que estoy segura, guardan aventuras extraordinarias. Necesito reconocerme en el espejo, ¡qué digo!, necesito mirarme, sólo eso, y verme. Y cuando me vea creeré que ha merecido la pena, como todo lo vivido hasta ahora.

Así que mi balance del 22 es bueno porque me he atrevido a dar un paso atrás para coger impulso. A ver qué me depara el 23. Con tener a toda la gente maravillosa con la que he compartido momentos buenos y malos en este año que se va, me conformo.

Mucha salud, tranquilidad y vida para todos. Se os quiere.

Pregón de Les Cebolles 2022

Cuando a mediaos del mes de setiembre me metí en instagram, esa red social de adolescentes que yo visito por ser madre de dos, y descubrí el nuevu perfil de AFLEN, no pude más que alegrame. Resulta que unos chavales decidíen dar el pasu y tomar les riendes pa mover les fiestes del pueblu. Como usuaria poco ducha en storis y estados di al me gusta y pregunté cómo podía compartir aquello, pa que lo viera cuanta más gente mejor. Fue a la mañana siguiente cuando volví y tenía un mensaje de los guajes del castillete que asomaba por encima del puente la Oscura. Dábenme les gracies por compartir la noticia y comentábenme que lo primero que iben a mover era la edición de Les Cebolles Rellenes del 22 y que habíen pensao en mí pa ser pregonera. La verdá ye que no me lo podía creer. No sabía quiénes eren ellos y no entendía cómo ellos podíen saber quién era yo. Por supuesto acepté, dije-y os que era un honor pa mi y que esperaba tar a la altura. Y aquí toy, un poco en lo alto y con más nervios que cuando una haz un directo en televisión (que pocos hice en mi carrera profesional, to sea dicho). Llevo semanes pensando qué escribir y muchos son los que me preguntaron estos días… ¿ya tienes el pregón? La respuesta hasta hasta esti lunes fue, no sé por onde empezar. Y la mejor respuesta que  me dieron: por el principiu. 

Lo primero suele ser presentase, así que ahí va. Soy Bárbara, la fía de Charo la maestra del colegio les monjes y la de Matilla, el del Pozu María Luisa. También soy la hermana de Mando, la nieta de Asunción y Antonio, los de la Plaza Santa Bárbara, y la de Armando el madreñeru y Aurora, la de la Abonión. Ella, Aurora, ye la artífice de los primeros recuerdos que yo tengo de Les Cebolles, porque fue ella la que cosió el traje de aldeana que con casi tres añinos yo ponía toa orgullosa pa la foto que me sacaben en el parque, esti parque, el de La Laguna. Creo que pocos guajes entreguinos hay que no tengan foto de aldeanos frente al quiosco de la música por el día de San Andrés. Coses de la tradición. Porque si algo son estes fiestes ye tradición, de la que traspasa siglos y apunta a futuro con empuje, como el de estos chavales de la nueva Asociación de Festejos de L`Entregu.

Falten pocos años pa que se cumpla un siglo desde que La Nina decidió rellenar unes Cebolles de bonito pa poder dar de comer, un viernes de vigilia, a los curas que tenía en la mesa del bar, fue en 1927. Desde aquelles cebolles hasta que cerró el negociu familiar fueron miles de raciones les que se sirvieron, en la sidrería La Laguna, primero con La Nina, luego con Matilde y después con Fredo, dignu herederu de la saga, que lamentablemente haz poco que nos dejó y al que hoy, no podemos dejar de recordar. Muches fiestes fui yo a sacar de la cocina del bar a la mi amiga Sandra paque, después de trabajar, se sumase a la juerga con nosotres. Porque si hay fiestes en El Entrego que se alarguen hasta la madrugá, no podemos poner en duda que son estes, les de Les Cebolles. Además son les nuestres, les que nos reúnen en plenu otoño, aunque temos a kilómetros de distancia porque ¿Quién no tuvo fuera viviendo y tenía en el 30 de noviembre una cita ineludible? Yo soy una de elles. Once años en Madrid en los que no falté ni una vez y durante los que además, contribuí a exportar el platu. Porque cuando se cocinen les Cebolles cocínense a lo grande y mi madre hacía y sigue haciendo más de una y dos potes. Y allí iba yo pa la capital, en ALSA, con un taper llenu pa que les degustasen sorianes, leoneses, vasques, cántabres, bilbaínes, gallegues,… Quiero que sepáis que ninguna de elles no repitió, toes esperaben a que llegase el añu siguiente pa volver a disfrútales y tovía, a día de hoy, acuérdense de que esti fin de semana de noviembre tamos de fiestes en esti rincón asturianu.

Un rincón que custodien na más y na menos que seis castilletes: los dos del Sotón, Venturo, El Entrego, Sorriego y San Vicente. Bueno, vamos a añadir otru, el del MUMI, que aunque sea artificial, esi Museo de la Minería ye una de les primeres infraestructures que nos empezó a hacer famosos turísticamente hablando. Abrió les puertes en el 94, cuando ya todos sabíamos que teníamos que reinventanos porque el carbón tenía fecha de caducidá. Y los entreguinos empezamos a presumir de tener uno de los museos más visitaos de Asturias, na más y na menos, que el museo de lo nuestro, del carbón y de la mina. Esi carbón que tantes cocines alimentó mientras se cocíen cebolles añu tras añu. Concretamente 50, desde 1972, cuando Chema Blanco, que mucho tuvo que ver también con el impulsu del MUMI, y Mariano Fernández decidieron poner en marcha esta cita. 

Mucha gente hubo y hay en El Entrego con iniciativa, con ganes de hacer pueblu y de no perder la identidá. Y de esto van Les Cebolles, de identidá pero no excluyente, si no de la buena, de la de compartir con los demás pa que nos descubran. Compartir mesa y fiesta. Somos un pueblu acogedor, siempre lo fuimos y toy segura de que seguiremos siéndolo. Como diz Nuberu, ser asturiano nun ye… bueno, mejor, ser del Entrego no ye sólo decir dónde se nació o dónde se vive, ye un sentimiento de pertenencia que siempre llevamos con orgullo. Yo así lo siento y así debo de trasmitilo porque, estos chavales que decidieron que yo estuviese hoy aquí arriba, fue lo que me dijeron en el mensaje de setiembre “Nadie mejor que tú que lleves al pueblu con orgullo”. 

¿Cómo no va a tar una orgullosa de un sitiu donde, pese a todo lo que lleva pasando, la gente sigue con ganes de tirar palante? Ya no somos los que éramos, aunque estos días les calles se llenen como en los mejores años de los 80. Desde entonces a ahora somos la mitad, pero da igual, tenemos que creer en nosotros, en nuestro ingenio, como el que tuvo La Nina con el bonito en Les Cebolles, que hizo que otres vecines como Aurora y Belarmina, desde La Conda, apostasen también por esa genial idea. 

Y de ingenio está llenu el Centro de Investigación en Nanomateriales, en la escombrera del Pozu Entrego. Ya no saquen carbón pero investiguen por ejemplo con carbono. Haz menos de un mes consiguieron estabilizar micropartículas de esti material pahacer ordenadores cuánticos. ¡No me digáis que no suena bien! Suena a futuro, a mucho futuro, que ye el que tenemos que conquistar. Ya hay 58 científicos trabajando y el centro lu dirige, Adolfo Fernández Valdés, que por cierto, seguro que muchos no lo sabíais, ye de aquí.

Reinventase también ye poder bajar a la mina sólo pa hacer turismo, porque no nos olvidemos que tenemos el únicu Pozu en Europa donde les galeríes no se inundaron pa que la gente pueda venir a pasear por el interior de la mina, coger un martillu y picar, como si tuviesen en el tajo. No nos valía con el MUMI, mantenemos el Sotón abiertu y creamos así un atractivu turísticu más. Ya sabemos que, como buenos asturianos, somos un poco grandones. 

Ciencia, turismo,… y un tejido de pequeños empresarios que se resisten a morir y quieren seguir en el pueblu y pal pueblu. No son tiempos fáciles, todos lo sabemos, y tenemos que apoyanos. En estos momentos en el que lo on-line lo llena todo, a mí préstame por la vida bajar a les tiendes y encontrame con los vecinos. Siempre tenemos un hola en la boca y en más de una ocasión, salir a comprar ye tener tertulia, hablar de lo nuestro y de los nuestros. Además tenemos un montón de pequeñes tiendes con escaparates preciosos, montaos con mucha creatividad y muchu cariño. Ya quisieran algunes ciudaes… Cuando en 2003 abrió el Alcampo en los terrenos del lavaderu de Carrocera, muchos daben por muertu al comercio de cercanía, pero los entreguinos sabíamos que no los íbamos a dejar caer y ahí tan, llenando de luz les calles y saliendo adelante. A ellos, a los comerciantes y hosteleros, hay que agradeceyos que en estos años en los que tábamos sin Sociedad de Festejos mantuvieran un montón de actos pa que les fiestes no decayesen. 

Así somos aquí, unos por otros, apoyándonos y ayudándonos. Como ayuden desde el añu 95 los miembros de la Asociación sin ánimo de lucro, Rey Aurelio, que esti añu reciben la cebolla de oro. Ellos supieron ver la necesidad que había para les persones condiscapacidad intelectual o del desarrollo y les sus families y desde entonces conformen una comunidad digna de admiración por la solidaridad que rige todo su trabajo. Así que voy a ir acabando porque tendrán ganes de subir aquí a recibir su homenaje.

Quién sabe si algún día desde esi centro de nanotecnología del que hablé antes descubren alguna manera de neutralizar les micropartícules de les cebolles que hacen que en les cocines de los restaurantes y en les cases de El Entrego se llore desde haz días, mientras se ahuequen pa poneles en la pota. Lo que no queremos que neutralicen ye el olor, esi olor que impregna les calles y que haznos a muchos salivar pensando en el manjar que nos espera desde esti viernes. Más de 12.000 cebolles se cuecen estos días, en los 20 establecimientos que van a repartir los menús. Acompañaes por supuesto, de callos y casadielles. Ya no hay sitiudonde reservar y eso ye indicador del éxito de esta nueva edición de les Cebolles Rellenes. La nuestra Fiesta de Interés Turístico Regional. 

Pa arrancar empecé por el principiu y ahora toca el final, los agradecimientos. Gracies en primer lugar a Adrián y a to los chavales de AFLEN. Ye muy fácil mirar desde la barrera y esperar que alguien organice les coses, ellos tienen el coraje de dar un pasu, saltar y arremangase pa que el engranaje empiece a funcionar. Ojalá tengáis muchu éxito. Y gracies por dame la oportunidá de tar aquí arriba, hablando pa los míos. Hay tantes coses que nunca me imaginé en la vida que haría y hice…, y esta, puedo aseguravos que ye una de elles y que guardaré siempre en los rincones más queríos de la mi memoria. Gracies a los que estáis aquí escuchándome y a los que no pero sé que os gustaría tar. Y gracies a los míos, que sabéis de sobra quiénes sois, por tarsiempre y por aguántame, que yo sé que en muches ocasiones no soy fácil. 

Ahora, a pasalo bien el  fin de semana y el miércoles 30, que San Andrés nos permite un parón en medio la semana pa ir a la puya el Ramu a la plazoleta. No faltéis. ¡Puxa Les Cebolles! ¡Puxa San Andrés! ¡Puxa El Entrego! Que disfrutéis.

Las abejas y los gigantes

Bueno, ¿por dónde empiezo yo?, pues déjame pensar un rato…

¡Ya lo tengo! Esta es una historia que, a algunos, no sé si les gustará escuchar, pero bueno, no todo son rosas y claveles. La historia empezó el 14 de marzo de un año que ya todos tenemos en la mente, el terrible, el inigualable 2020, claro está.

Empezamos el día en la colmena. Todo muy normal, hasta que algo parecía no estar bien. A la hora que el gigante solía venir, no apareció, y todos dijimos:

-¡¡¡Habrá muerto!!!

Esto se repitió durante dos semanas hasta que a unos amigos y a mí nos dio por inspeccionar. Teníamos poco que hacer, pues todos somos zánganos, y los de mi especie, trabajar lo que se dice trabajar… no nos gustaba mucho. Así que salimos a ver qué pasaba y, de repente, al entrar en el pueblo, vimos que no había ninguna persona, sólo perros. Nosotros, que veníamos de un monte que está en la parte alta del pueblo, nos preguntamos:

– ¿Habrán devorado estos sacos de pulgas a los gigantes?

Sin embargo, un minuto después ya se dejaban ver algunos y, aunque no quisimos pasar muy al centro, debido a que tenemos amigos que no saben diferenciar comida entre trampas para las velutinas, a los primeros que vimos fue a unos que llevaban una cosa que ellos llamaban mascarilla para defenderse de un tipo llamado Covid, por lo que nos preguntamos:

– ¿Quién será ese que provoca que ellos le tengan miedo si, hasta ahora, que nosotros sepamos, sólo le tenían miedo a nuestras picaduras?

– ¿Será un nuevo animal? ¿Vendrá a por nosotros también?

Pero como ya se nos hacía tarde y era hora de comer, regresamos. Al llegar a la colmena nos encontramos con un ambiente que nunca hubiésemos esperado. Nadie estaba haciendo nada, cada uno estaba en su parte. Unos relajados, otros comiendo y otros hasta durmiendo.

Os preguntaréis si eso es lo normal, pues ya os digo yo que no, ellas son como esos gigantes. Las abejas no tienen dos horas para comer, ni se duermen a mitad del día,… por eso yo dije:

– Si el gigante con traje no viene y no nos quita nuestra miel tendremos mucha para alimentarnos y, si hay mucha… ¡No hace falta que las abejas trabajen! Así que tengo que pensar en hacerle una visita al tal Covid para felicitarle y preguntar cómo lo ha conseguido.

¡Y qué os voy a contar! A pesar de todo, para mí, estos meses fueron brutales. ¡Sin hacer nada todo el día! E incluso, mis padres, felices y hasta más permisivos. Pero no todo iba a ser bueno, pues en poco tiempo, un grupo de nuestra colmena empezó a defender cosas que nadie entendía. Me informé y, por lo que escuché, los gigantes también tenían de éstos. Al principio a todo el mundo le parecieron tonterías pero llegó un día, ¡nuestro peor día!, y el gigante, que había vuelto, se llevó muchos enjambres. ¡Nos asustamos!

Intenté mantener la calma e investigué qué había pasado. Lo investigué a fondo y llegué a una conclusión: los humanos se llevaban nuestra miel para comérsela, y al no tener mucho que coger, ya que nos habíamos hartado a comerla nosotros, se estaban llevando los enjambres a otro lado.

Al final todo fue demasiado raro. A todos nos llevaron a un sitio aterrador llamado laboratorio. Al parecer, nuestros enemigos los gigantes, habían descubierto una cura para ese tal Covid y era nuestro veneno. Sí, el mismo que les hacía daño, al final, lo consiguieron utilizar de cura y, cuando nos lo extrajeron, nos soltaron y con eso, tal y como diría un buen zángano: colorín colorado esta miel se ha acabado.

Andrés Lara Alonso

Primer premio del concurso escolar sobre la Miel

Sotrondio, Feria de la Miel 2022

En positivo

A las siete y media de la mañana de un sábado de noviembre la luz ya empieza a clarear el cielo, sobre todo cuando está despejado, y lamentablemente hace días que las nubes no tapan la claridad ni la humedecen. Pero no se trata de lamentar, sino de celebrar, que para algo hoy escribo en positivo. Es más que probable que al hacerlo las palabras no sean tan bonitas pese a su intención, aunque no voy a dejar de intentarlo.

A esa hora, hay luz y hay silencio. Un silencio que hace más entrañable el hervir de la cafetera inglesa y el saltar de las tostadas dispuestas a que una las bañe con aceite. Sentarse y disfrutar sin prisa de la cucharada de miel que se disuelve y endulza el amargor del líquido de la taza, mientras troceas el kiwi cotidiano que, cosas de la edad, es imprescindible en tu dieta.

Echar tu particular vistazo al mundo en ese entorno ayuda a que la mirada sea más amplia y no se quede posada en los debates de siempre, en los desacuerdos o incumplimientos. Hay guerra sí, ahí sigue, pero la bandera ucraniana ya no es sólo un atrezo de la pantalla en los partidos de fútbol, desde ayer ondea en Jersón, y quién sabe si es el principio del fin, ojalá. Desde Egipto, donde se sigue hablando de los objetivos para sostener el planeta, resulta que EEUU vuelve al consenso internacional y se suma al carro. Vale, siguen sin estar Rusia, China e India, pero pasito a paso, que todo se andará. Además vamos a conquistar el fútbol mundial porque tenemos al mejor seleccionador del planeta, y no lo digo yo, que para gijonudo ya está él con su socarronería, esa que provoca carcajadas y se entiende mucho mejor desde este pequeño rincón del país, os lo aseguro.

Y con esa sonrisa que vuelve a provocar en mí leer las palabras de Luis Enrique cojo el teclado y escribo, tranquila, feliz y a punto de coger una pequeña maleta que me llevará un par de días a tierras gallegas a disfrutar de esa segunda familia que te da la vida, que son las amigas. Son tantas y tan buenas las que una se ha encontrado a lo largo del camino. Para la que ayer me invitaba a escribir más va este post, en positivo. Nadie como ella, escritora ya de éxito, para decirme si debo seguir tecleando o mejor dejo de aburrir.

La vida pesa

Añoro los días en los que despertarse era afrontar una jornada de diversión, de risas, de tiempo para gastar sin límites, sin agobios, sin responsabilidades… Aunque éstas siempre las hubo, pero eran diferentes, no pesaban, estaban pero no maniataban voluntades.

Quiero días de paseos por los montes otoñales, pisando hojas y dejándome llevar por esa luz hipnótica de la seronda. Quiero madrugones que en realidad sean para acostarse, después de noches enteras de charla, juerga y baile, y que tras sólo tres horas de sueño, el cuerpo esté disponible para volver a empezar con un partido de balonmano o una mañana fría en la grada de una cancha, animando a las mías en la Ciudad Universitarias de la Complutense. Quiero domingos de cine, de películas en salas pequeñas pero pantallas gigantes y ese volver comentando cada escena, cada protagonista o cada secundario, por las amplias calles iluminadas que ya empezaban a engalanarse de luces navideñas.

Quiero contar los días en el calendario para hacer la maleta e irme a casa, a compartir tiempo con la familia, que por entonces estaba completa, sana y sonriente, esperándote para disfrutarte. Y quiero volver a irme, segura de que el horizonte es de sólo unos meses y nada cambiará, todos estarán y volverán las risas y los cabreos. Cómo disfrutar de las primeras si no existen los segundos.

Quiero leer los periódicos, ver la televisión o escuchar la radio, analizando titulares, fotos y opiniones, sólo para el trabajo de turno de la Facultad. Aprendiendo, construyendo mi espíritu crítico, pero sin enfados ni frustraciones por ver en qué se convierte el mundo. Por aquel entonces yo creía que construiríamos uno mucho mejor…

Montañas

Una siente la irrefrenable necesidad de perderse desde hace meses. Desaparecer para no ver, para no oír, para respirar,… y la atracción de la montaña es tan intensa, que la mente se llena de recuerdos de parajes inigualables.

Son noches y noches en las que una vuelve a recorrer las sendas que la llevaron al centro de jous inhóspitos, de cumbres míticas, de lagos brillantes, donde la grandeza de la naturaleza te embarga, donde el mundo queda tan lejos y a la vez tan cerca. Porque sólo ahí, en la inmensidad de paisajes alejados de todo, se entiende la existencia humana, la insignificante existencia de quienes habitamos un planeta que nos queda grande pero que nos cobija cuando le prestamos atención.

Ese placer de caminar, de sufrir, de subir con esfuerzo y bajar con vértigo, de percibir cómo la niebla va poco a poco envolviéndote o sentir cómo el rocío de la madrugada te despierta y el sol tiñe de colores nunca imaginables las calizas que te rodean. Ese placer queda grabado en la memoria y ejerce un poder hipnótico que, pese al paso de los años, pese a la lejanía de tantas sensaciones irrepetibles, te atrapa y quieres volver a sentirlo.

Libros

Son tantos y tan pocos los que he leído en mi vida… porque siempre son pocos, sobre todo teniendo en cuenta la ingente cantidad de obras que inundan las estanterías de tiendas, de bibliotecas, de colegios, de hogares,… y las que salen cada año de mentes privilegiadas que son capaces de plasmar en palabras sus pensamientos, sus sueños, sus memorias, sus imaginaciones,… Esa es mi asignatura pendiente, ser capaz de escribir para que alguien me lea, con la calidad suficiente para no parecer una desesperada periodista con vocación frustrada de escritora, que realmente, es lo que creo que soy.

Dormí rodeada de libros y es algo literal, no figurado. Cuando mis padres decidieron que mi hermano y yo debíamos ya dejar de compartir habitación, la mía se encargó con un escritorio, un sofá cama y amplias estanterías en las que acomodar todos los ejemplares que ellos habían ido adquiriendo con el paso del tiempo. Y así sigue a día de hoy ese cuarto en el que mis hijos y mi sobrina han compartido juegos y horas de deberes, pero no el placer de bucear en las hileras de cuentos, novelas, relatos, que siguen apilándose año tras año en esos estantes. Porque seamos sinceros, ya no se lee en la infancia como leíamos antes, desgraciadamente mis hijos no.

Supongo que es cosa de la imagen que, como dice el refrán ”vale más que mil palabras” y por eso ellos, los más pequeños, se sumergen en la tiranía del plano tras plano, del vértigo de ver y ver sin mirar, del video dinámico que cuenta sin contar,… Pero aunque lo diga un refrán yo sigo pensando que una palabra vale más que mil imágenes, sobre todo si la pronunciamos y escribimos como es debido, si la unimos a otras palabras y construimos párrafos cargados de intención y emoción, de realidad y ficción, de sueños y decepciones, de aventuras y deseos.

Escribamos hasta cansarnos y leamos hasta agotarnos. Feliz día del libro con 24 horas de antelación.