Dicen los historiadores, ésos que se molestan en explicarnos el pasado para que entendamos el presente, que en la Edad Media, los monarcas leoneses se alejaban de los problemas en esta comarca del norte de la provincia. Se iban allí a cazar y a reposar, vamos, a vivir la vida, ésa que no es que para ellos fuese demasiado incómoda. Su ausencia generaba preocupación entre los súbditos y la respuesta desde la corte siempre era la misma: “No os preocupéis, el rey está en Babia”. De ahí viene la expresión “estar en Babia”, vamos, alejados de todo, abstraídos de la realidad, en un pequeño paraíso natural.
Como una reina me he sentido yo este fin de semana pateando por estos valles leoneses. Y no porque estuviese rodeada de grandes fastos, de grandes manjares,… ¡qué va! Me sirvieron una mochila, con bocata y agua, unas gafas de sol y unas botas de montaña, para disfrutar del mayor lujo que tenemos en este planeta, la naturaleza y sus inmensos paisajes caprichosos. Disfruté del silencio, me alejé de la actualidad, ésa que se presenta muy, muy dura este otoño, me olvidé de la locura en la que estamos inmersos, de lo vertiginoso del día a día,… Se me paró el tiempo.
Y hoy, cuando tengo que poner de nuevo el cronómetro en marcha, cuando no hay más remedio que afrontar lo que viene, lo hago con las pilas cargadas de tranquilidad. Es la tranquilidad que da saber que, no muy lejos de nosotros, a nuestro lado aunque no lo veamos, están estos rincones en los que nos podemos esconder, donde podemos aislarnos, pararnos y ver con perspectiva la vida.
Porque de vez en cuando es necesario “estar en Babia”