Setecientos treinta días, diecisiete mil quinientas veinte horas, un millón cincuenta y un mil doscientos minutos,… una eternidad o un suspiro. Es el tiempo que llevo en el puesto de trabajo que ocupo en la actualidad. Lo afronté como un reto profesional y sigue siéndolo, igual de importante. Continúo desempeñándolo con ilusión, responsabilidad y con las mismas ganas. Porque hubo días malos, horas negras, minutos nefastos, pero hubo muchos más días buenos, horas brillantes y minutos extraordinarios. Porque nunca pensé llegar aquí y no pienso desaprovechar la oportunidad que me da la vida. Porque creo en esta televisión por la que mi vida dio un giro hace, nada más y nada menos que, trece años.
Creo en su esencia de servicio público, en su naturaleza de vertebrar el territorio, en que es una referencia informativa, en el reconocimiento que todos los asturianos hacen del trabajo de sus profesionales, de todos. De los que están, de los que estuvieron, de los que son y de los que fueron, de cada uno que ha aportado su pequeño granito de arena. Creo en su futuro, pese a que son malos tiempos para la lírica y la utopía. Creo en sus posibilidades, infinitas. Creo en el trabajo, en el esfuerzo, y en la capacidad de convencer a muchos para que crean. Los que ya están perdidos no volverán, allá ellos. Y sobre todo creo en mí, en mi honestidad, en mi sinceridad y en mis proyectos. Así que vamos a seguir sumando días, horas y minutos, ya sean malos, pésimos, buenos o excelentes. Lo importante es sumarlos y vivirlos. Lo contrario es estar muerta.