No ha sido un buen año. Así, de primeras, no lo ha sido. He perdido muchas cosas. He perdido demasiadas veces los nervios, más de las deseadas, mucho más de las imaginadas. He perdido la sonrisa, en bastantes ocasiones, en excesivas circunstancias. He perdido una cotidianeidad laboral que me hizo amar esta profesión mía más que nunca, que me hizo descubrir que merece mucho la pena lo que hacemos y que es apasionante. He perdido la ilusión, al menos, la he aparcado muchas jornadas.
No ha sido un buen año, así, a primera vista. Pero si me paro, pero si miro atrás, hoy es el día de quedarse con lo bueno. Mi familia, que siempre está y siempre me aguanta, pese a mis bufonazos. Mis hijos, mis dos joyas, ésas que con sólo mirarme me entienden a la perfección y que pese a mis gritos siempre, siempre, tienen una sonrisa. Luisma y su paciencia. Varios encuentros Ñus. Ésos que necesito cada ciertos meses porque me devuelven mi yo más auténtico, el que forjé con todas ellas en muchos años de convivencia en Madrid. Encuentros en los que una descubre que por mucho tiempo que pase hay gente que siempre, siempre está y siempre te entiende. Muchos fines de semana compartiendo buenos momentos con la Peña Entreguina, tomando un culete, o varios, o una caña tostada… y, cómo no, el viaje anual, esta vez a Ávila. Las comidas con los de La Felguera y con mis amigas de El Entrego, además de esa noche loca de diciembre que habrá que repetir pronto, si el cuerpo aguanta. Meses de entrega en el gimnasio para recuperar la forma que perdí después en meses de abandono. Carreras de 10 kilómetros por Madrid, al lado de María Herrero y Olalla Pena, en un viaje donde una se da cuenta del buen rollo que transmiten ciertas personas cuando se disfruta con ellas ratos distendidos. Un viaje que dejó en mi mesa de trabajo un lema “No hay obstáculos, sólo metas. ¡Supérate a ti misma!”. El nacimiento de los hijos de varias personas cercanas. Las gemelas de Serafín y Carmen, (qué ganas de conocerlas); los gemelos de Bea Gómez y Rubén Alija, que los convirtieron en padres de familia numerosa, (os debo una visita a Pucela); la pequeña Iria, hija de una de las mejores personas y de las más cariñosas que se ha cruzado en mi vida, Rosa Ruiz, (un abrazo enorme desde Asturias!!!, bajaré pronto, prometido); Juan, el nuevo retoño de María y Pablo, simpático y sonriente, como su madre. Los seis tienen la suerte de tener unos grandes padres que no dudo, hacen de este mundo al que vienen, un lugar mucho mejor. La fiesta ibicenca de Villablino, cita ya habitual del 15 de agosto y de reencuentro con Susana y Óscar. El escaño de Rosa Martínez. Días de montaña, días de playa, días de piscina, días de sofá y manta. Tardes de cine y noches de series televisivas hasta la madrugada. Comidas con largas sobremesas, cenas seguidas de copas. Todo con gente a la que quiero, como Aitana Castaño, esa amiga íntima de la infancia, jijiji, y los Nachos, (espero que los cuatro brindemos pronto juntos por muchos momentos inolvidables en 2016). Llamadas de teléfono inesperadas; conversaciones interesantes, muy interesantes; whatsapp, muchos whatsapp en grupo e individuales, con fotos, con vídeos, con cariño, mucho cariño y mucha cercanía. Días laaaargos, días muuuuy cortos, días apasionados.
Hay mucho, muchísimo bueno, así, después del primer vistazo. Espero que haya mucho más en 2016, para mí y para todos, los que nombro y los que no, pero que sabéis que formáis parte de mi vida. Que 2016 me permita no desperdiciar mi tiempo, que, aunque hay más tiempo que vida, la vida tiene que estar lejos de las pérdidas de nervios, las caras largas y las malas palabras. Y muy cercana a la ilusión.