Desde que nacemos nos enseñan lo que hay que hacer. Cómo comer, cómo hablar, qué reglas respetar. Es cierto que el ser humano es libre por naturaleza pero esta sociedad en la que vivimos marca unas líneas que limita dicha libertad. Hay espíritus más aventureros que andan todo el día saltando fuera de la línea para luego volver al camino. No es mi caso.
Si miro hacia atrás me doy cuenta de que mi vida hoy es lo que a mis padres les gustaba que fuera. Por eso estoy contenta, porque no les he decepcionado. Pero hay momentos en los que me gustaría haberlo hecho, aunque sólo fuera un poquito, para que cuando una siente que las cosas deben cambiar no sea tan difícil dar el paso.
Así que pese a que muchos me consideran valiente, al menos, atrevida, aquí estoy, planteándome si realmente las cosas deben ser diferentes. Porque mi vida es lo que ellos querían pero el mundo donde la tengo que desarrollar no. Hay más injusticias de las que me contaron, muchas más mentiras de las que nunca creí y tantas cosas que cambiar que o una le echa ganas o acabará lamentándose.
Así que para no lamentarme creo que no voy a hacer lo que ellos consideran correcto, así me sentiré más viva.