Libros

Son tantos y tan pocos los que he leído en mi vida… porque siempre son pocos, sobre todo teniendo en cuenta la ingente cantidad de obras que inundan las estanterías de tiendas, de bibliotecas, de colegios, de hogares,… y las que salen cada año de mentes privilegiadas que son capaces de plasmar en palabras sus pensamientos, sus sueños, sus memorias, sus imaginaciones,… Esa es mi asignatura pendiente, ser capaz de escribir para que alguien me lea, con la calidad suficiente para no parecer una desesperada periodista con vocación frustrada de escritora, que realmente, es lo que creo que soy.

Dormí rodeada de libros y es algo literal, no figurado. Cuando mis padres decidieron que mi hermano y yo debíamos ya dejar de compartir habitación, la mía se encargó con un escritorio, un sofá cama y amplias estanterías en las que acomodar todos los ejemplares que ellos habían ido adquiriendo con el paso del tiempo. Y así sigue a día de hoy ese cuarto en el que mis hijos y mi sobrina han compartido juegos y horas de deberes, pero no el placer de bucear en las hileras de cuentos, novelas, relatos, que siguen apilándose año tras año en esos estantes. Porque seamos sinceros, ya no se lee en la infancia como leíamos antes, desgraciadamente mis hijos no.

Supongo que es cosa de la imagen que, como dice el refrán ”vale más que mil palabras” y por eso ellos, los más pequeños, se sumergen en la tiranía del plano tras plano, del vértigo de ver y ver sin mirar, del video dinámico que cuenta sin contar,… Pero aunque lo diga un refrán yo sigo pensando que una palabra vale más que mil imágenes, sobre todo si la pronunciamos y escribimos como es debido, si la unimos a otras palabras y construimos párrafos cargados de intención y emoción, de realidad y ficción, de sueños y decepciones, de aventuras y deseos.

Escribamos hasta cansarnos y leamos hasta agotarnos. Feliz día del libro con 24 horas de antelación.

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