Nada es como antes, nada. Porque en todo lo que hacemos siempre está ahí. Es ese miedo a que nos toque, a que se complique todo, a que compliquemos a todos… Pero todo es, tiene que ser, porque tenemos que vivir. Vivir de una manera diferente, con distancia, sin contacto y enmascarados.
Quién sabe, igual esta nueva manera de vivir nos despierte nuevos instintos, nos permita esa selección que por el quedar bien nunca asumimos y nos rodeemos sólo de los que importan, de los que aportan. Tal vez el no mostrar nuestra boca devuelva vida a las miradas y se vuelvan más intensas, más atentas, más profundas. Y lleguemos al fondo, olvidemos lo superficial y demos importancia a lo que de verdad importa.
La vida es y tiene que ser porque es un tesoro demasiado preciado para malgastarlo, para perderlo, para ponerlo en peligro. Pero el peligro no puede paralizar y tenemos que reír, que correr, que bailar… De una manera diferente que reinventemos entre todos, con todos, sin que nadie se quede fuera, o dentro, en una habitación sin vistas.
Hay mil maneras de vivir, mil maneras de sentir… explorémoslas.