Costuras

Las hay que se cosen a mano y otras se hacen a máquina. Por muy perfectas y lineales que salgan las puntadas mecanizadas las que se perfilan artesanalmente suelen ser más duraderas. Porque están hechas con más cariño, con más tesón, con la intención de estar construyendo algo útil, con la finalidad de dejar huella. Si se rompen suele ser por descuidos, por olvidos inesperados que rasgan una pequeña porción del hilo y si no se remiendan pronto, poco a poco, todo se deshilacha.
No pasa nada si el sastre o la modista que las ideó en un principio están ahí para volver a coger aguja y dedal e hilvanar. Porque ellos volverán a poner en las nuevas puntadas el mismo cariño y la misma intención. Lo malo es cuando ni el sastre ni la modista están atentos y el desaguisado llega a tal punto que ya no tiene solución. Entonces todo se rompe. El vestido se queda sin manga, el pantalón sin pernera, la chaqueta sin botones,… Nada abrocha ya igual, nada arma sobre el cuerpo con la misma perfección, y todo por eso, por un descuido, por un olvido inesperado, por no prestar la atención debida.
Los motivos pueden ser infinitos, fortuitos o buscados. Yo creo que hay uno común, la dispersión en la que vivimos, que hace que descuidemos las costuras, ésas que se han tejido a lo largo del tiempo impregnadas de cariño y de atención, un cariño y atención que se difumina en el vértigo cotidiano y mecánico.